Anuncios de juguetes y perfumes en televisión, los operarios colocando las luces que decoran las calles de la ciudad… Sí, la Navidad está a la vuelta de la esquina. Son fechas para reunirnos con la familia y reencontrarnos con los viejos amigos que, como el turrón, vuelven a casa por Navidad. Quedamos con ellos para tomar unas cañas, nos ponemos al día, nos contamos lo bueno y lo malo que nos ha pasado durante el año. Y también hablamos de los viejos tiempos. Como a nosotros la Navidad nos pone un poco nostálgicos, vamos a aprovechar el post de esta semana para echar la vista atrás y recordar los inicios del Milagros.
¿Te acuerdas de la primera vez que viniste a nuestro restaurante? Seguro que te enamoraste al instante del lugar, de la atmósfera y la decoración. No eres el único. Le pasa a muchos de nuestros clientes, y eso es algo que nos hace sentirnos tremendamente afortunados. “Es una suerte de envoltorio que te atrapa”, nos contaba en una entrevista el escritor César Pérez Gellida (link al post de Cesar) al rememorar la primera vez que cruzó la puerta del Milagros. Pues bien, cuando alquilamos el local su aspecto era muy diferente al actual. El interior parecía una vieja tasca abandonada. La terraza y el jardín ni siquiera existían. Aquello era una escombrera. Con mucho trabajo y esfuerzo, lo transformamos por completo. Y, por fin, un día del año 2001, el Milagros abrió sus puertas.
Al comienzo de esta aventura apostamos por la comida mexicana. Por aquel entonces nadie en la zona ofrecía una propuesta gastronómica similar. Y además nosotros somos fans de los sabores tex-mex. Con el paso del tiempo, nuestra carta fue evolucionando e incorporamos recetas y técnicas culinarias de las cocinas vasca, japonesa y latinoamericana. Fuimos pioneros en Bizkaia en fusionar tradiciones gastronómicas que hasta entonces nadie se había atrevido a mezclar. Y aunque la vida es cambio, también pensamos que es importante ser fiel a tus orígenes y no perder nunca la esencia.

Por eso, en nuestra carta –y en nuestro corazoncito– sigue habiendo un hueco para aquellos platos mexicanos que tan importantes fueron en los inicios del Milagros. Entrantes y antojitos ideales para picar e ir abriendo boca, como los Nachos ‘Stardust’, con fundido de tres quesos, guacamole y chiplote; la Sincronizada de jamón y queso cheddar con pikantita; la Sinkro Vegetal con flor de calabaza, setas y ali-oli de huitlacoche; y las Empanaditas Caseras de mozzarella, tomate y albahaca, acompañadas con carne cortada a cuchillo y jalapeños.
Sincronizada, de jamón + keso cheddar + pikantita

Enchilada de Pollo y verduritas

nachos

empanadas

Cada vez que un cliente nos pide uno de estos platos, nos sentimos como Anton Ego, el crítico culinario de esa maravillosa película de dibujos animados titulada ‘Ratatouille’, cuando, sentado a la mesa del restaurante Gusteau´s, prueba un bocado de aquel plato que le hace viajar en el tiempo y recuperar los sabores, las sensaciones y los momentos claves de su infancia. El bolígrafo se le cae de la mano y una sonrisa ilumina su cara. Rebaña el plato y cuando llega a casa, escribe en su reseña: “Me han tocado en lo más profundo”. Ay, los recuerdos…
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